viernes, 10 de febrero de 2012

Directo al infinito

Algunos criticaban a Spinetta porque no se comprometía con las luchas sociales o políticas. Otros, cuando desarmó Pescado Rabioso y armó Invisble, decían que lo que hacía no era rock. También en la década del 80, cuando grabó La La La con Fito Páez, decían algunos, entre ellos Luca Prodan, que cantar “jabalíes conejines” no era rock. También estaban los que se quejaban de que sus letras no se entendían o los que se ponían tristes cuando lo escuchaban cantar.

Todas esas críticas las leí y las escuché. Pasé de largo.

Por supuesto, cada uno es libre de opinar como quiera. De hecho, yo mismo me alejé de su música en varias etapas de su carrera, me parecía que se repetía. Sin embargo, con el tiempo, intentaba escuchar esos discos para cerciorarme de no haber estado equivocado en el juicio. Varias veces cambié de opinión.

En el fondo, la música de Spinetta era algo más que la suma de sus canciones. Mostraba a un artista expresando un mensaje, a alguien teniendo algo que decir, con un propósito, con una dirección. Yo creo que era la búsqueda de la belleza y la mejor forma de hablar sobre el amor.

El día en que se conoció la noticia de su fallecimiento, en las redes sociales se podían leer mensajes con frases de sus letras. En ninguna de ellas se podía encontrar la palabra “muerte”. En cambio, es más fácil encontrar palabras como “amor”, “luz”, “ser”, “tiempo”, “estrellas”, “cielo”. Eso es lo que nos deja.